Mi último día con mi familia fue un desastre, y no por un acontecimiento desastroso, si no por que tomaron decisiones importantes en un día en el que sólo estaba pendiente de mi misma... como en pocas ocasiones he hecho.
Perdí mi rumbo un poco, estaba desesperada por bajar del avión y ver a quién tanto deseaba ver. Y así fue: no fue desesperante, no fue escandaloso, no sonó una estruendosa canción romántica de fondo... fue delicado, como la luz tenue de una vela en una cueva; como un solo de arpa a volumen muy bajo. No fue chocante y asombroso, fue bello y suave... algo le pasó al tiempo, porque no sentí los meses lejos de él y me sentí otra vez en casa.
Sin embargo las preocupaciones internas me pasaron la cuenta. El hogar que dejé, mis amigos, mi nueva vida, yo misma, las inquietudes me abrumaban tanto, que mi cuerpo no pudo contenerlas más, pero me alegro de que salieran. Me cuesta decir todo lo que siento y pienso, y siempre tengo que recurrir al desboque de emociones para poder sacarlas todas... como quien aprovecha el impulso de la ola.
Y aunque fui superada por un miedo intenso que hace mucho tiempo no sentía, tampoco fui capaz de declararlo, hasta que ya no pude más y tuve la fuerza suficiente de hacerlo.
Acá, para mí, es solitario. Descubrí que soy una ermitaña, pero no en el mal sentido de la palabra. Me gusta la compañía, las conversaciones, los ratos de ocio acompañada por "alguien"; pero ese "alguien" no es cualquier persona, ese "alguien" es aquel que ha logrado quedarse conmigo con el paso de los años, que ha llegado a mi corazón, con quién he aprendido a compartir y a quién he llamado "más que amig@". Nada romántico, por cierto, pero sí un vínculo más fuerte que de el que te ve en las reuniones sociales o cuando estás incluido en su grupo de amistades porque resultaste ser el amigo de un amigo... me gusta estar acompañada por quien te ve como eres, que sabe que dejas la ropa tirada en el sillón y te dice, "arreglemos esto" o "hazme un lado" para tirarse en la cama y dejar el sillón en paz. Que te ayuda a vaciar el refrigerador, porque es rico chanchear mientras se conversa de la vida o de nada... Soy una ermitaña, porque elijo a esos "alguien" con los que quiero compartir, y no porque un gusto en común me obligue a hacerlo... Me gusta esta soledad de inicio, pero nunca me olvido de los que aún están. Como una gran amiga mía me dijo una vez "disfrútalo, es bueno vivir los sentimientos", eso hago. Disfruto mis recuerdos, disfruto mis momentos sola, disfruto mis momentos de compañía donde puedo ser yo misma, disfruto la nostalgia, disfruto la alegría...
Es una montaña rusa que no para nunca, y me gusta.
Después de analizar todo esto, de darme cuenta de que todas las tormentas habían pasado, sé que amo a mis amigos, amo a mi familia, amo a la persona que recorre este camino conmigo, y por sobretodo me amo a mi misma, a la que soy ahora gracias a ellos.
Ya no me sentiré culpable por decir NO si es algo que no quiero hacer, ¡ni tampoco por comer un plato extra de algo que sabe tan rico! Me amo lo suficiente como para saber que sigo estando rica, deseable, pero obviamente no descuidaré mi salud. Ya no me sentiré culpable por dejar a mi familia atrás, por que no es así... es una etapa diferente para todos nosotros (incluyéndome) por lo que no puedo hacerme responsable de intentar solucionar sus problemas. Mi existencia no es para eso. Estoy en donde quiero estar, y me rodeo con quienes quiero estar. Aunque no estén físicamente cerca de mí, los siento cerca todos los días, cómo cuando vivíamos en la misma región, sólo que los colectivos y las micros para llegar a sus casas no valen $350 ó $1000.
Los siento cerca siempre, y lo primero en mi lista de verano es comer pie de limón y sushi, con una cerveza bien fría y jugar, aunque sea, una buena partida de rol.
:)